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sábado, 29 de diciembre de 2012

Nada se compara con lo que se vive en ‘El Gigante de la Ciudadela’.


El Metropolitano “UNA PASIÓN TANGIBLE”
Nada se compara con lo que se vive en ‘El Gigante de la Ciudadela’.


Por: Diandra Pinto G. e Inguel de la Rosa.

‘El Metro’
En el barrio La Ciudadela 20 de julio de Barranquilla, pasar por la intersección de las avenidas Circunvalar y Murillo, es dar una mirada, casi obligada, al estadio de fútbol más grande del país; mismo que desde afuera, refleja la majestuosidad e imponencia que lo caracteriza y hace de él, entre los curramberos, un orgullo por haber nacido en estas tierras.

Desde que inició su construcción, hace más de 30 años, ya el Metropolitano se vislumbraba como el epicentro del fútbol colombiano, y más aún, del fútbol en Barranquilla; pues como buenos costeños, ‘el Metro’ nos ha apartado de la modestia para ostentar ante el resto del país, que tenemos el estadio de fútbol más grande de Colombia y que es una de las joyas y orgullo de la ciudad, digno de causar envidia entre los seguidores del deporte.

Lejos de verse como cualquier otro aposento del deporte local, su infraestructura hace que quienes lo vean evoquen diversos pensamientos, que bien pueden aludir simplemente a la estructura física del estadio, o pueden referirse a los momentos que se viven dentro de él. Y es que desde que abrió sus puertas, en mayo de 1986, hablar del ‘Metro’ es tocar la fibra de propios y visitantes, y no solo amantes del fútbol, pues hasta quienes menos se emocionan con este deporte, voltean su mirada y la dejan fija hacia ‘El Coloso de la Ciudadela’, reafirmando que este jamás pasará desapercibido ante los ojos de nadie.

¿Quién no va al estadio…? Si nunca has ido a un partido, quizá sí a una visita institucional organizada por el colegio, o de pronto a un concierto, al menos solo fuiste el día que había entrada libre, a lo mejor entraste solo por curiosidad; pero, en fin, por pequeño que sea el motivo, alguna vez has cruzado la entrada y has percibido qué distinto es estar dentro de ‘El Gigante de la Ciudadela’, a solo verlo desde sus afueras.

El Estadio Metropolitano, oficialmente llamado Roberto Meléndez desde marzo de 1991 -gracias al reconocido periodista Chelo de Castro- en honor al ‘Flaco Meléndez’, quien fuera el mejor futbolista amateur de Colombia, ha sido testigo de los más importantes encuentros de fútbol del país, motivo que exalta su popularidad y relevancia dentro de la historia y envergadura del fútbol colombiano. Además, este recinto ha cobijado en sus entrañas a miles de costeños que desde su aparición, lo han convertido en el mejor lugar para pasar momentos agradables luego de una semana de trabajo, pues “al estadio vas con la idea de distracción, de relax; es para deleitarse, para recrearse con un juego de diversión”, como lo sostiene el historiador y periodista deportivo Ahmed Aguirre.

Una realidad que pocos barranquilleros conocen, es que hace 32 años, ‘El Metro’ no se proyectaba como hoy lo vemos. En sus primeros planos, se dibujó un estadio que, además de contar con cancha para fútbol, contaría con: piscinas olímpicas, helipuerto, canchas para diversos deportes, incluso, su capacidad sería mayor, pues en sus inicios solo albergaba a 60mil de las 70mil personas que se esperaba, pudiera alojar este complejo deportivo. Luego de 26 años de su inauguración, ‘El Metro’ no ha dejado de ser un imperioso recinto futbolístico; evidencia de esto, es la inversión que recibió en 2011 por parte del gobierno, con motivo del mundial sub-20 de la FIFA, a celebrarse ese mismo año en Colombia.

¡Qué monstruo!

Situarse en frente del ‘Gigante de la Ciudadela’ y fijar los ojos en él, es dejarse atraer por esta majestuosidad que, con su compleja y detallada arquitectura, nos invita a envolvernos en la pasión futbolística desde su propia magia, que seduce aun cuando está vacío.

Ingresar al estadio es sentir todo el peso que representa este epicentro. Entrar, aunque esté vacío, es palpar la joya más bella que tiene la Arenosa, y por qué no Colombia, si de deporte se trata. Si bien, vivir el fútbol desde ‘el Metro’  es una experiencia casi indescriptible, contemplarlo desocupado no es menos sensacional. Es sentir la presión dentro de sí mismo con solo imaginar cada espectáculo deportivo y cientos de emociones que albergan a miles de personas cuando espectadores y jugadores, se unen por un mismo encuentro, celebrando al unísono del gol.

Observar desde la tribuna esa gramilla en la que se viven grandes momentos, nos impulsa a bajar a ella y pisar el mismo pasto en el que muchos ídolos y estrellas del fútbol de Colombia y el mundo, han sido capaces de despertar en nosotros los más alegres y tristes sentimientos. Caminar… correr hacia el arco como el mejor de los delanteros a convertir un gol… ser ese fiel arquero que se tira a la grama  cuando ve a su equipo en riesgo… ese árbitro que pita  a favor de nuestra selección -tal como siempre lo hemos deseado desde la tribuna-… pararnos en el recuadro del director técnico y, por un instante, dirigir con las mejores estrategias a esos jugadores que, en ese momento, solo nosotros podemos ver.

Ubicarnos en el centro de la cancha, justo en ese punto blanco donde se coloca el balón, es sentir el pitazo inicial del mejor de los partidos. Ver alrededor, es dejarse atrapar por este monstruo que, al cerrar los ojos, deja de ser silencio para convertirse en la euforia de la hinchada pidiendo que juegues.

Todos los sentimientos que genera este aposento en su interior, confirman que ‘El Metro’ “es lo más extraordinario y bello que tiene Barranquilla”, como expresa con pasión el Periodista Deportivo Mike Fajardo.

Volvió la afición

Luego de varios años jugando fuera de Barranquilla, la Selección Colombia volvió a su casa, reafirmando que no solo necesitaba el calor físico de esta tierra sino el fervor y confianza de una afición que le sería clave para clasificar a copas del mundo.

‘El Metro’ se ha vuelto a vestir de amarillo, ha vuelto a albergar a una selección llena de ilusión, ha devuelto la esperanza a un país soñador, y ha despertado en los jugadores el cariño y apoyo que, en su casa, necesitan como selección. El Gigante, nuevamente es un mar amarillo, una avalancha de hinchas confiados, es el blanco de las miradas, críticas y elogios. Caracterizados por la alegría y jocosidad, sabremos cómo tratar a una selección mundial.

Como una marimonda colorida, que en sus gestos representa el carnaval, en Barranquilla gozaremos y nos reiremos de cada rival. Que el resto del país mire cómo les bailaremos, reiremos y mil muecas  haremos, adelantando un carnaval vestido de selección mundial.

Cuando pensábamos, todo sería igual, una selección nos ponen a soñar. Más que el anotar, los goles se convierten en un motivo más para celebrar. Después de 90 minutos volveremos a la realidad, donde Colombia se va untando olor a mundial.

La impotencia desde la tribuna rojiblanca

Vivir el fútbol, es una de las experiencias más gratificantes. Aun cuando no se gana, los sentimientos que se ahogan en los gritos que genera este deporte, no son más que una muestra de que en el estadio se dejan vivencias que hacen parte del ser, cada uno demostrando su fervor.

Vivir el fútbol en el Estadio Metropolitano, es percibir cómo desde sus afueras, ya empieza a contagiarnos de alegría. Hacemos una extensa fila bajo lo caluroso de esta tierra, y aun en esas condiciones la sentimos corta, porque solo nos importa estar dentro de ese monstruo para escaparnos por 90 minutos del resto de la realidad.

Y cómo olvidar que hay particularidades que hacen que la espera en el ‘El Metro’, sea la más agradable… ‘butifarras’, ‘papitas’, ‘platanitos’, y hasta ‘una morenita vestía’ de novia’, que solo aquí te ofrecen diciendo: “¡hey llave, no quiere una fría!”.

Ser una de las más de 49mil personas que gritan desde su asiento, si es que aún permanecemos sentados, nos parece tener ante los ojos la realidad más increíble. En ningún otro lado estamos tan concentrados como en un estadio. Un simple balón nos hace guiar la mirada a múltiples direcciones en poco tiempo. La impotencia se apodera de nuestro ser, en un momento en el que solo nos provoca lanzarnos a la cancha y transformar el partido a nuestro gusto. Gritamos alegres y en menos de 10 segundos volemos a gritar, pero ya enojados. Hacemos de un extraño un hermano. No hay distinción alguna, compartimos abrazos y sonrisas por doquier. Es como si tu cuerpo se levantara por sí solo, sin tener ninguna orden de tu mente, para demostrar tu emoción.

Y no podemos desligar cada una de las emociones con el equipo de los barranquilleros; ese que nos da alegrías y tristezas, y que a la vez nos identifica: Junior. Es imposible no recordar a este equipo al ver la silletería rojiblanca de ‘El Coloso de la Ciudadela’, que hace parte e identifica a la hinchada que “es capaz de meterse en el corazón”, como lo dice con gran afecto el arquero del Atlético Junior, Mario Sebastián Viera.

Para los amantes del fútbol, en Barranquilla hay una joya capaz de desbordar pasión y sentimientos indescriptibles… ¡nada se compara con lo vivido en ‘El Metro’!

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